A partir de los ocho meses de vida, el bebé comienza a tener conciencia, y se empieza a dar cuenta de que la madre es otro ser diferente. En este momento comienza a sentirse angustiado y vulnerable, mostrando cierta indefensión ante la vida. Estos sentimientos van incrementándose poco a poco a medida que pasa el tiempo.
Para superar todo este cúmulo de sensaciones el bebé busca consuelo en algún peluche, este fenómeno hace que el peluche se convierta en, lo que llaman los psicólogos como objeto transicional. El peluche se vuelve un objeto que apoya al bebé a la hora de pasar este duro cambio en su vida, pues le aporta seguridad y se convierte en un sustituto de la madre, para paliar su falta en determinados momentos.
Este proceso no resulta fácil para el bebé, pues se le complica a la hora de elegir un peluche en concreto, de entre todos los que encuentra por su habitación. En ocasiones, en lugar de un peluche para paliar la ausencia de la madre y ese montón de sentimientos negativos, escoge un papel pintado en el techo de la habitación para fijar su atención antes de dormir, fijar sus sentidos en los colores de su cuna, abrazarse a la almohada o escuchar las notas de una caja de música. Son muchos los peluches que se pueden usar para logar este efecto de calma en el pequeño, pero el resto de estímulos citados también pueden servir para tranquilizarlo.
En el caso de que el bebé no recurra a un peluche para clamarse ante la falta de la madre, no tiene por qué ser motivo de preocupación para los padres. Más bien todo lo contrario, ya que este suceso significa que ha logrado ser autónomo antes de tiempo, una muestra de serenidad y capacidad para afrontar las situaciones de angustia y adaptación al cambio.